25 de septiembre de 2019

Esa cosa piando

No podían tener a esa cosa piando todo el rato. Abrigada, Alicia iba de camino a la tienda de animales cuando se encontró con Roberto. Hola, cómo estás. Ey, cuánto tiempo, dijo él. Qué fuerte. Hubo un silencio como el que hay después de un gran golpe. Pues, oye, ¿te apetece tomar algo?…¿desde cuándo? ¿siete? ¿ocho años? ¿y ese canario? Había una cafetería cerca, esa donde su madre y la madre de Victoria las llevaban a cenar antes de la sesión del Cine de Verano. Dibujos con crayones de casas sobre colinas en el mantel de papel, huevo frito con patatas o croquetas o San Jacobos y coca-colas y mesas pegajosas.

Alicia se percató de que la cafetería tenía otro dueño. En una secuencia, vio tras la barra a una chica de su edad, de aspecto alternativo diría su madre, algunos adornos de navidad, un ambiente tufado y acogedor en el aire, enmarcaciones de recortes de periódicos y servilletas firmadas por desconocidos. Roberto hablaba solo mirando a Alicia. Un café corto. ¿Tenéis Nestea? ¿Sí? Pues uno. Roberto seguía hablando, tenía muchas cosas que decir. Crispín, el canario, hablaba también de vez en cuando, insoportable. Roberto comprobó el teléfono un par de veces sin desbloquearlo. Es mi mujer, explicó, ¡me he casado!

Observó con atención. Tenía eso que llaman signos de la edad. Con el principio de las arrugas, su cara parecía más estirada y atractiva. Su piel morena había virado absurdamente hacia una coloración rojiza y apagada que lo convertían en un ser solemne y en constante sonrojo. Hablaba por los codos, hablaba hasta la muerte, hablaba y se le veían trozos de comida entre los dientes. Aunque no escuchaba lo que decía Roberto (sobre su hija, los domingos en casa de sus suegros, el viaje a Niza, pintar las rayas blancas de los azulejos de la cocina, borrarse de Canal + o cómo intentó quemarse la verruga plantar), su voz le relajaba, y mientras lo hacía, ella re-colocaba los cubiertos, plegaba las esquinas de la servilleta, hacía una fila india con los frascos de las vinajeras y pensaba en que tal vez podía darle otra oportunidad al canario.

3 de septiembre de 2019

Algunos aspectos de suma importancia desde donde veo el Sabrett

 

He conseguido vender el diccionario por Wallapop. Diccionario María Moliner en tres tomos. Sin usar. Bueno, lo usé en primaria, creo, para esas actividades de lengua de hacer listas de palabras con definiciones y poco más. Hay algunas que ni fú ni fa. Palabras, quiero decir. No me gustan fórceps, subrayador y espalda. Me atraen heliotropo, tulipa y filtrum. Me gusta la pelusilla que se queda atrapada en el suelo del carrito e inundarme un poco con el vapor aceitoso de la freidora, pero no sé si hay una palabra para eso.

He pensado que en el fondo no quiero ser abogada, no sé en qué estaba pensando, aquí, pagando facturas con salchichas llenas de ‘E’s, y todavía no sé qué significan los numeritos que las acompañan. Aquí vienen muchos trajeados a por sus hot-dog, con aires de estoy-pidiendo-un-hot-dog-vestido-con-un-traje-de-mil-dólares-pero-mis-zapatos-valen-más-que-eso. Todos, estoy segura, han visto Suits, pero odian con toda su alma los perritos calientes, pero aquí están, defendiendo a Oscar Mayer, siguiendo las tendencias, con tanta personalidad como una hoja de hierba en el césped. Eso me ha quedado bien.

Y encima me dice mi madre que a dónde voy con ese vestido. Y a ti qué te importa. El sábado pasado quedé con un chico. Salió de esas presentaciones estúpidas de Sophia, y luego el chico te sigue en Instagram y escribe por WhatsApp. Era un ejemplar babeante y yo me sentía como el babero de Bruce, el niño ese que se come la tarta de chocolate en Matilda. ¡Vamos Bruce! Pero sabes, me sentía muy bien, echaba de menos eso. Con el anterior me sentía como el primer smartphone que le compramos al abuelo. Pero vamos, no pasó nada, no me interesa profundizar.

Se ha perdido un gato en el barrio. Debe de estar mejor alimentado que yo por la foto que hay pegada a la farola justo enfrente del puesto. Missing Golden. La última vez que lo vieron, el martes pasado. En este banco a la sombra está bien y me gusta cómo se ve el puesto desde aquí. Me gusta ver pasar a la gente y pensar en sus vidas. Si tendrán gato, si conocerán a chicos babeantes y cuáles serán sus palabras favoritas y las que no les gustan. Hay un montón trozos de servilleta o servilletas completas por el suelo, y eso que tenemos dos bidones para echar la basura. Uff, creo que voy a volver, llevo mucho rato aquí sentada.