24 de febrero de 2023

Ejercicio

21 de febrero de 2023

20230221

Tiene un cuerpo extraño atrapado, parece algo textil. Quirófano. "Bisturí", etc, etc. Llevan a lavar la prenda extraída del esófago a la tintorería Casablanca. Pasa una semana y van a recogerla y no es otra que la gorra 'Spiritually Hungry' de Madonna.

dibujo girasoles por puntos

te mandé algunos relatos
¿me haces gosting?

querido Jorge
¿los leíste y eran malos?
¡mira qué tijeritas!

tranquilo, es bromi
tienes mil emails

con asunto
Re: Re: Re: Leeme borja

Y dentro hay fotos
comprometidas y convincentes
de la madre teresa que dice

Tutorial para tortilla de patatas
"pero sin huevo,
usa tu compasióóóón" [1]

[1]: El tono de compasióóóón es como el de confiaanza de las Floss Mariae en su mítico hit.

20230221

Estás ahí, tu ordenador y tú. Intentando hacer algo convincente. No tienes que hacer nada. Solo estar ahí.

6 de febrero de 2023

Primer día

Tampoco estaban tan mal las cosas. Miro en la mochila y no encuentro el Carné Identificador con mi fotografía. En su lugar hay una nota:
Cariño, te he dejado lo necesario para el desayuno, dice, ¿crees que podrás servirlo sin derramarlo? No te mosquees, hay un montón de cosas buenas que pueden pasar. Tranqui, tranqui, como tú dices. ¡Todo va bien! Besos a mi fresita favorita, Mamá.
Voy a la Zona del Jefe e introduzco la nota en la trituradora de papel, me aclaro la garganta y noto un cálido líquido, confirmo, según mis sospechas, orina, micción, pis, meado, mojar mi Nuevo Uniforme Oficial. No es la primera vez. He madrugado y tengo tiempo de sobra antes de la Ruta 7. Situación Controlada. Abro mi mochila y saco el secador del Kit de Emergencia. Deshidratar el Nuevo Uniforme Oficial me lleva 20 minutos. Vuelvo a la Zona del Jefe y compruebo que no hay rastro de mi Ocupación.
Saco el Diario de Emociones y decido completar la Ficha Diaria. Bebo un sorbito de leche con cuidado de no condecorar prematuramente mi Nuevo Uniforme Oficial al tiempo que extraigo una minúscula Galleta Chiquilín Osito de Chocolate. ¿Siente que ha experimentado un Evento Negativo? Marco una X con el rotulador negro. ¿Siente que ha experimentado un Evento Positivo? Marco otra X con el rotulador negro. ¿Siente que podría mejorar su Productividad Diaria? Completo el Gráfico de Virtudes Humanas y añado una nueva: RESILIENCIA. ¿Cómo se siente al rellenar esta Ficha Diaria? Cojo un rotulador naranja y hago un círculo, cambio al rotulador gris y dibujo la semilla minúscula de una naranja. Luego con el rotulador negro, hago una flecha que señala la semilla. ¿Animal Favorito del Día? Nudibranchia. ¿Impresión General? Gran Incertidumbre, excelentes Chiquilín Ositos de Chocolate, ligero olor a orín seco. Saco mi teléfono y tecleo un mensaje: Está decidido el menú del Cumpleaños, hablaremos de ello a mi regreso.
Me pongo en pie, ajusto las tiras de la mochila para que se aproximen todo lo posible a las sisas de la camisa, que, apunto, posee Gran Calidad. Actualizo mi Autoestima Personal frente al espejo del recibidor y descubro un calcetín más elevado que el otro, irregularidad que corrijo inmediatamente. Salgo por la puerta y me incorporo a la Calle Luis Piernas. Compruebo que no hay peligro y enfilo la Trayectoria Óptima hasta la parada de la Ruta 7. Allí reconozco a una posible camarada que también viste el Uniforme Oficial. Guardo las manos en los bolsillos mientras pienso en advertirla acerca de la reciente aparición de moluscos contagiosos en zonas de mi cuello o párpados, pero en su lugar digo:
—Hola, mi nombre es Manuel, es mi primer día en el Espíritu Santo, que Dios me ayude. ¿Estás sangrando? ¿Cuál es tu Constelación Favorita?

Martillo

Su casa de campo mira hacia el valle donde viven las espías y, por costumbre, estas devuelven las miradas a través de los prismáticos.

Elfriede Jelinek

 
Los prismáticos están suspendidos en la dirección adecuada gracias a unas manos de venas correosas, que guisan, sujetan cucharillas de café y gesticulan por encima de los hombros. Eso sí, con decoro. Lo que no hacen esas manos es parlotear, para eso ya tienen una boca infecta, como lo hace la sección podrida de una tubería cuyo carmín de labios es teflón inútil en cantidades, absurdas e injustificadas, remotamente capaces de retener litros y litros de fluidos chismosos.
—¿Cómo estás, querida? —dice una de las tuberías espía, La Corista.
—¿No lo sabes ya todo? Hazme otra pregunta, que esa ya me la sé —dice Amanda.
—Ay hija —dice recolocando el bolso que sostiene en el antebrazo— me estoy quedando sorda y ya no oigo nada, pero por la cara que pone tu madre cuando…
Mientras habla, sus palabras parecen notas dictadas por lo que encuentran sus ojos sobre Amanda. Unas medias, algún accidente geográfico en su epidermis y la descarriada y pobre re bemol, silencio, silencio.
—Se me ha olvidado comprar membrillo.
—¿Para qué quieres un martillo? —dice la víbora.
Amanda hace un gesto con la mano y mientras echa a andar comprueba su atuendo en un escaparate. Se siente bien, la gioconda detrás del cristal antibalas salpicado por pintura grinpís. El sol brilla fuerte, hay otros viandantes, agarrotados dentro de sus abrigos, avanzando lentamente en esa aventura cotidiana que es la vida. La Corista ya ha desaparecido. Amanda avanza unos metros, se hace a un lado en una esquina maloliente con restos de orina y enciende un cigarro. No tiene planes para este sábado, está castigada, pero está fumando su pequeña cuota de libertad más allá de internet. Su madre sabe cómo quitar las manchas de sangre de las bragas, sabe cómo pesar una sandía pocha e incluso sabe pedir una hoja de reclamaciones, pero todavía no sabe cómo funciona internet.
—Has tardado mucho ¿por qué has comprado un martillo?

Coca-Cola Zero

Eres una clienta estupenda esperando para pedir una coca-cola en el vagón cafetería de un tren a Castellón. Delante de ti, el dependiente está atendiendo a dos machos alfa. Uno lleva remetido en unos vaqueros un polo ajustado que parece pintado en la cumbre de una montaña de 102 kilos de carne musculosa y autoconsciente que ha sido bronceada centímetro a centímetro con un flexo solar del tamaño de una onza de chocolate Nestlé extrafino. El otro tiene una risa que termina muda, pero que tiene que reafirmar con palmaditas en compases de cuatro por cuatro sobre su muslo, enfundado en otros vaqueros, comprados en la misma tienda outlet cuyo ambientador siempre es Old Spice. Los tres hablan en un lenguaje extraño, similar a tu lengua materna pero con una hipótesis base desconocida, la página arrancada de una novela de testosterona juvenil donde viene toda la explicación y que bien podría ser un resumen de la obra que sumara un punto extra en la asignatura de lengua mandril. Es parecido al código cuñado, pero se trata de un dialecto que se perpetúa en círculos sociales a los que no perteneces.
Llevas esperando en escucha activa 22 minutos. El dependiente te mira. Les mira. Se da cuenta. Oh, es tu turno. Claro, por supuesto. Te acercas con elegancia, te han nominado para un premio, una Coca-Cola fresquita después de una semana dura de trabajo. No acabas de entender la costumbre esa de tu jefe de daros 50 latigazos antes de empezar la jornada, pero no te quejas, puedes pagar el alquiler y también, porqué no, esa Coca-Cola, símbolo de la recompensa capitalista que mereces de vez en cuando y que no está incluida en la nómina. Después de un congreso unga-unga donde no has podido hacer networking te oyes decir:
—Buenas tardes, una Coca-Cola Zero, por favor.
En un alarde de saber hacer, aparece un vaso de plástico Mahou, que poco después contiene un hielo esculpido con suma atención y una exquisita rodaja de limón que lo adorna como unas vacaciones el calendario laboral. El dependiente coloca con cuidado junto al vaso una lata de 33 centilitros de deliciosa Coca-Cola Zero con, todavía no probado científicamente en estudios poco concluyentes, aspartamo E-951 y ni rastro de azúcar.
—Aquí la tienes, ¿querías algo más?
Despliegas un ejército de amabilidad cercano a veinte millones de X en la renta anual a favor de la Iglesia Católica y dices:
—No, muchas gracias.
Te dice el precio que estás dispuesta a pagar con gusto, extendiendo tu tarjeta bancaria como buena madrileña asalariada en una empresa multinacional que ofrece beneficios como tarjeta de comidas, gimnasio y psicólogo para paliar la explotación sin sentido que sufrís tú y tus compañeros sistemáticamente pero en la que te descubres sin ningún trauma al que echarle la culpa. Se oye un pitido seguido de un:
—Ah, no aceptamos tarjetas de este tipo.
Levantas la mirada sin descubrir ningún cartel explicativo relacionado con las tarjetas bancarias. Se te engancha la falda y se rasga cuando vas a subir al escenario donde hay un volcán en erupción, te dan un golpe con un martillo en el dedo supurante que se curaba de un hongo mientras los dos gorilas te miran como si hubieses citado a Nietzsche vestida del pato Donald, no hay oxígeno. Fundido a negro antes de la explo

3 de febrero de 2023

20230203

Estamos cenando, una cita romántica en un bar pequeñito. La camarera llega y le dice a mi cita:
—¿Quieres venir y ayudarme de una puta vez?