29 de noviembre de 2012

El arte de hacer una sola cosa


 

Dejando a un lado la obligatoriedad de que el cuerpo por sí solo y despreocupadamente sea capaz de hacer varias funciones al mismo tiempo, pocas cosas tienen la suerte de concentrar toda  nuestra atención. Como si no existieran actividades que lo merezcan, como si no fueran tan importantes como para dejar los demás asuntos y empeñarnos de lleno en este. Realmente de forma inconsciente pensamos que ahorramos tiempo, que tampoco es necesario dejar el resto a un lado. Es una desgracia: mutilamos la riqueza de ciertas acciones, y no nos hacen todo el bien -o mal- que deberían, no son efectivas (en un mundo donde la eficacia y la efectividad son casi virtudes).  Pero parece que no perdemos nada, que avanzamos y en el fondo despreciamos placeres sublimes que degradamos a mero entretenimiento, cuando deberían ser ardientes pasiones. Uno de los principales asesinos es el cerebro.

El cerebro tiene un poderío asombroso. Con él, sencillamente, puedes estar en cualquier parte, pero esto tiene sentido cuando estás encerrado en el ascensor, o evidentemente cuando lo estás utilizando, en otras ocasiones estorba. Estorba porque se pierde la capacidad de contemplar, de admirar, una de las actividades más placenteras en peligro de extinción. En muchas ocasiones el cerebro impide el ingenuo ‘dejarse llevar’, viendo una película, leyendo un libro, o simplemente observando una escena. La mente llena de preocupaciones, prejuicios e inmediateces absurdas, siempre analizando no deja disfrutar al estresado espectador. No digo que nos convirtamos en animales irracionales, sino que por un momento dejemos que las cosas ocurran como si se tratara de la primera vez, como sino supiéramos qué va a pasar, como si no hubiera otra cosa en el mundo, sin juzgar, sin predecir, deleitándonos con cada detalle ahora novedoso para nuestro cerebro apagado.

Quizá este primer enemigo de la concentración sea más difícil de gobernar, tal vez indomable, pero eso se lo perdono querido lector, porque sí hay algo evitable y que sí es imperdonable. Cuando se trata de arte, hacer dos cosas a la vez es pecado. ¿Cuánto tiempo hace que no escucha música de verdad, sin hacer otra cosa, sin ir a ningún sitio, sin leer…? La música ha sido una de las grandes damnificadas de entre las artes: ya nadie tiene a la música por un plato fuerte, sino solo como acompañamiento, como guarnición. Entiendo que hay música que no merece toda nuestra atención, y también que muchas actividades se convierten en excelentes, acompañadas de música, pero ahora estamos en el punto de despreciarla. Hay que dejarse llevar, cerrar los ojos y notar cada vibración, cada nota, y sentir todo el poder y significado. Así no se aborrece la música. Y además la esclavizamos abusando tantas veces de la misma pieza, como de una bailarina a la que hacemos bailar sin descanso hasta la muerte y a la que no le dedicamos toda la atención que merece.

Pero no me refiero únicamente a actividades tan sofisticadas y refinadas como el arte de escuchar música. Podríamos ir a un plano más insignificante y también despreciado como el arte de no hacer nada, de simplemente dejar nuestros sentidos encendidos y apreciar un instante de la existencia con todo su valor y expresión. O hablar con alguien sin que la televisión me robe un ápice de atención. O de ver cine y no tocar el teléfono, o parar cien veces la película por múltiples motivos. ¿Cuántas personas notan que concentramos toda nuestra atención en ellas como si no hubiera otra cosa en el universo? Hay mil cosas, que infravaloramos, la magia está ahí y no la vemos porque tenemos ‘tantos’ quehaceres, que no disfrutamos de uno solo. Vamos con una extraña prisa que no nos permite contemplar o asombrarnos, y en realidad no es tan fructífera la vida que llevamos, ni tan importantes esos menesteres. Estamos ante algo grande y no lo reconocemos porque vibra el móvil en el bolsillo, hago otras cosas al mismo tiempo o sencillamente he perdido la capacidad de dedicar mi tiempo con toda su plenitud.

No sé como explicar este asunto pero cuando me pregunto porqué hago las cosas, me doy cuenta de que muchas no merecen mi atención, y tantas otras más preciosas se ven privadas de ella. Solo unos pocos privilegiados disfrutan del arte de hacer una sola cosa.

27 de noviembre de 2012

Sobre las primeras veces, las segundas y acostumbrarse

Hay algo en el hombre que resulta ser odioso, pero que está en nuestra naturaleza: el hombre se acostumbra a todo. Sí, por muy novedosa que llegue a ser la circunstancia, al final, uno se adapta, pierde toda la sensación de estar en una situación diferente, se acostumbra. Podríamos ver consecuencias positivas de esta característica, como la capacidad de supervivencia, que puede ajustarse a condiciones físicas o emocionales extremas, lo que no lo excluye de ser destrozado de por vida aunque consiga soportarlas. Desde desayunar presa ibérica todos los días, hasta asesinar y convertirse en un sádico asesino en serie que se habitúa al cruel derramamiento de sangre. Sin embargo no deja de ser una cosa curiosa, el hombre es capaz de cualquier cosa y luego acostumbrarse a ella.

Es una pérdida de la sensibilidad, y esta se conserva considerando cada acción -aunque repetitiva- singular. Apreciando cada detalle, cada tecla que despierta una actitud. Cuando se pierde esta verdadera consciencia de lo que se está haciendo creo que en la mayoría de los casos -quizá restando los de supervivencia, pues habrá de soportarlos- el ser humano sale perdiendo. Si se trata de brutalidades, fácilmente se convierte en una bestia, e incluso fácilmente considerará leve el asunto amparándose en la cantidad de veces que lo  ha perpetrado. Si se trata de algo trascendente y valioso, algo sublime e importante, tal vez corra el riesgo de tratarlo con irreverencia, de no entonar la veneración que merece y lo banaliza; a pesar de que posiblemente lo idolatrara en sus manos la primera vez como algo majestuoso.  Pero afortunadamente el hombre es capaz de cualquier cosa, de lo mejor y de lo peor, de pasar de un extremo a otro, y esto es  grandioso y magnífico.

Pero no es mi intención reparar en esta capacidad infinita de lo mejor y de lo peor -muy observado en las obras de Shakespeare- . Por un lado uno desea saber y conocer el mundo que lo rodea, para ser un entendido, para satisfacer esas ansias de llenar el alma de conocimiento. Pero por otro lado está la perspectiva del todavía ignorante e inexperto en infinidad de cosas -que aquí es dónde nos encontramos todos realmente, pues ¿qué sabemos en verdad?- que es sencillamente muy prometedora. Pues -por ejemplo- las obras maestras del cine que desconoce, las nuevas voces de la música que no han deleitado sus oídos todavía, las almas de las personas a las que aún no conoce profundamente, están por descubrir, esperan una ‘intensa primera vez’.

Y es que hay pocas cosas tan intensas como las primeras veces. Lo novedoso atropella al novato y no sabe cómo responder, solo se ve envuelto en una terrible situación que ahoga a todos sus sentidos y no sabe muy bien qué está pasando, pero en la sorpresa está la ventaja. Experimenta algo nuevo y sufre incluso una fiebre extraña, un hormigueo esencial, un poderoso placer en el descubrimiento y no es capaz de hacerse cargo de la situación, es esclavo de una sensación nueva. Realmente fascinante.

Muchas veces podríamos pensar en las infinitas posibilidades que desconocemos y que están por deleitarnos. Sin embargo ahí no acaba todo. A partir de la primera vez, uno es más dueño de sí mismo, es capaz de analizar y deducir que es lo que le ha provocado tanto placer, qué es lo que lo ha seducido y sorprendido tanto y es capaz de disfrutar y maravillarse más si cabe. Ya no es esclavo del momento, pero conoce mejor el misterio -no al completo por supuesto-, uno no es tan víctima como juez en las segundas y siguientes veces hasta el desgraciado acostumbramiento.

En definitiva, sabiendo esto sabemos que aún nos esperan grandes secretos por descubrir que es la especialidad del ignorante sediento de saber y experiencia, y por otro lado hay una infinitud de fantásticos detalles que despreciamos cada día y vemos tan ordinarios como la lluvia, pero que en realidad son increíbles, como lo es que caiga agua del cielo. Los pequeños detalles y matices salpican nuestra ‘monótona’ vida, y ciegos somos que no los vemos.

14 de noviembre de 2012

Cosas odiosas de actualidad

Hasta ahora he intentado evitar ciertos temas porque me tienen harto y me sacan de quicio. Pero hoy no me puedo reprimir, tengo una buena lista de cosas desordenadas sobre política y el mundo que necesito poner por escrito, aquí reflejo algunas de ellas. No soy partidario ni de las huelgas, ni de las manifestaciones. En primer lugar por una pereza física a ir por las calles y ‘defender’ algunas ideas, no me muevo un centímetro por ninguna organización que no me ha dedicado ni un segundo y a la que solo sirvo para financiar sus intereses. Una masa es tan manipulable que después de manifestarte o protestar de buena fe, resulta que eres un ‘perroflauta’ (palabra odiosa y patética muy utilizada para definir eventos como el 15-m), o un anarquista drogadicto o lo que interese a los medios de comunicación calificar. Por otro lado, siendo prácticos -en estos temas hay que serlo en cierta medida- no se consigue absolutamente nada, ya que una manifestación o una protesta está muy lejos de una verdadera revolución. Tan solo se utiliza para dar material de distracción a los medios, para que la gente se libre ligeramente de su insatisfacción, y para llenar el recuerdo de anécdotas absurdas más importantes que la causa que se defendía.

Esto está totalmente controlado, sino hemos explotado todavía es porque no conviene. El estado de bienestar se ha dedicado -entre otras cosas- a hacer desaparecer a las personas que no tienen nada que perder. ¿Dónde está la gente que lo ha perdido todo? Sí lo hubiera perdido todo, me dirigía a quemar parlamentos y coches oficiales, pero hoy no pasa nada de eso: han desaparecido ‘los que no tienen nada que perder’. Mientras no me quiten mi iPad, no me moveré un dedo por nadie. Mientras pueda seguir dedicándome a mí, y pueda salir los jueves y los viernes haré como que me intereso: pero el resto del mundo me importa un comino. Y si algún día como hoy decido salir a la calle, será para calmarme, pelearme un poco con la policía y volver a casa pensando que estoy cambiando el mundo. Todos los días muere gente, y millones de personas lo pasan muy mal a mi alrededor: pero no me importa, porque lo más importante es lo que yo pienso, lo que siento, si estoy de bajón…

Pero yo no tengo la culpa es el mundo que me ha tocado vivir. Y si me manipulan no es culpa mía. Y si destruyen mi pensamiento critico y lo cambian por sentimentalismo; o la sociedad me trata como un niño de 10 años; o si la moda es ser necio, vulgar y estúpido; o si dedico millones de horas a hacer el imbécil y digo que no tengo tiempo; o si me esfuerzo por tragarme las soluciones y problemas que se inventan los poderosos convirtiéndome en el cóctel basura ignorancia-mediocridad; soy idiota. Sí, podría ser mejor pero no trato de serlo. A partir de ahí así funcionan las cosas. Me quejo de la corrupción pero el problema es que si yo estuviera allí arriba haría lo mismo. Me quejo de la televisión pero me trago 200 horas al mes. Todo me parece muy mal pero no tengo espíritu crítico. Juzgo a todos de manera absoluta, cuando en cualquier momento puedo bañarme en mi propia miseria humana. Y para colmo no tengo amigos de verdad, no me intereso por ellos, no me importan, solo los utilizo para mi narcisismo particular; soy un egoísta, pero ¿qué más da? El mundo gira en torno a mí y mis ambiciones, que están ahogadas en vanidad, sexo, lujo. Y si esto no me sorprende, tampoco lo hace el saber que la primera causa de muerte no natural en este país es el suicidio. Y no me pregunto porqué. No sé lo que es verdaderamente valioso, no sé porqué estoy aquí, no me preocupo de lo realmente importante, me preocupo de mi examen y de si ‘me quiere’, cuando tal vez mi vida acabe trágicamente mañana.

Me involucro un poco y discuto en temas de política. Pero soy idiota porque la palabra democracia no existe, aquí el poder no reside en el pueblo y sería un iluso y un idiota el que le diera el poder a un pueblo tan vulgar. Y las elecciones son una parafernalia odiosa. El mundo está controlado por las empresas y por unos ‘pocos’ del tipo club Bilderberg y otros mafiosos. Los muy inteligentes en vez de hacer una dictadura oficial, nos tienen esclavizados de otras mil maneras. Gastamos mucho dinero en tecnología para que nos controlen, vemos sus programas de televisión, leemos y escuchamos las quinientas mentiras que dicen por minuto. Pero nos fijamos en el nuevo vestido de Lady Gaga o en si el Real Madrid va primero en la liga. Luego están lo que intentan enterarse y se quejan de nuevas leyes, leyes injustas, o procedimientos partidistas que no tienen ninguna importancia, solo existen para distraer a las cabecitas ansiosas de discutir sobre el falso, hipócrita e irreal universo en el que se creen que viven. Y si los Estados Unidos entran en Irak porque dicen que amenazan con bombas nucleares, me da igual si luego no las tienen cuando USA es el único que ha tirado dos bombas atómicas, o no me pregunto porque ellos tienen que controlar y al mismo tiempo poseer tales armas de destrucción masiva, porque se trata de los ‘buenos’ y salvarán el mundo. Cuantas mentiras nos tendremos que tragar todavía.

Despierta, sé feliz, pero que no te engañen, que no te esclavicen, que no te destruyan. Echo de menos la autenticidad. Solo necesitaba escupir está caótica y odiosa bola de pelo. Esto es solo una parte del lado oscuro, pero no ignoro que hay cosas realmente valiosas y hermosas que te cambian la vida. “La belleza salvará al mundo” (Dostoievski). Andrés Ibañez escribía algo muy interesante en su columna que me encantó. Es un tipo que me han descubierto, tiene algunas ideas muy interesantes:

Hay algo que podemos hacer, aparte de colgar vídeos en YouTube diciendo lo que pensamos o informando de lo que conocemos. Podemos ser personas. Podemos cultivar la emoción, la amistad, las relaciones directas con los demás, todo lo que nos causa placer y nos hace felices.

Podemos escribir poemas, leer poesía, leer a nuestros autores favoritos aunque leer novelas de mil páginas nos cause un vértigo de tiempo al que estamos cada vez menos acostumbrados; podemos oír música sabiendo que oír música quiere decir hacer música y transformarse en música, ejercitar el músculo del alma, alimentar ese fuego espiritual en el que arde el yo. Podemos poner límites a la estúpida revolución digital, hablar con nuestros amigos y con nuestros hijos, sentir el agua, la tierra, el viento y la lluvia.

No sé cómo explicarlo, pero sé que cultivar la belleza, el placer y la felicidad va en contra del ataque que estamos sufriendo. Cante, medite, dedique todo el tiempo que pueda a usted mismo. Investigue en la felicidad. Practique la meditación que viene de Oriente y la vía de la melancolía que nos ha legado Occidente. Intente sentir que está vivo.

No siga las tendencias, no obedezca. Haga lo que le da la gana. Pierda el tiempo. Robe tiempo para sí mismo. Hable desde el corazón. Llore si es necesario. Haga lo necesario para sentirse vivo.

Tenga la convicción de que lo que nos hace más débiles y vulnerables es también lo que nos hace más fuertes, y que esa llama que arde en el yo, eso que nos han dicho tantas veces que es algo pueril o “romántico” o irresponsable, debe ser algo infinitamente valioso cuando las fuerzas oscuras que nos atacan ponen tanta, tanta saña en destruirla.

Andrés Ibañez, Comunicados de la tortuga celeste. ‘Sentirse vivo’.

30 de octubre de 2012

Jardines de Monforte

 Ya llevaban muchos meses en obras y cerrados, pero ya están abiertos. Y aunque el horario parezca prohibitivo (10.30-18 hrs en invierno) es fantástico pasarse una hora leyendo o simplemente paseando por el jardín. Es un recinto que está como escondido en la ciudad y como está cerca de Viveros, pasa desapercibido. Esto se comprueba porque afortunadamente no está abarrotado de gente y es más silencioso y recóndito, es como si se percibiera una presencia especial. Por supuesto que hay que elegir un día con sol. Ha cambiado la puerta de entrada: ahora se entra por la calle Monforte rodeando un edificio que se encuentra a medias entre lo hortera y lo clásico, pero es pasable. Y nada más entrar vigilan dos magníficos leones de piedra que protegen unos peldaños de acceso al jardín. Frente a la entrada hay un precioso paseo de tinajas y jarrones con flores rojas que lleva hasta casi la fuente. La fuente tiene algunos nenúfares flotantes que recuerdan a los de los cuadros de Monet. El servicio de jardinería hace gala con setos cortados de distintas formas curiosas y vegetación nutrida de flores de muchos colores, el paseo cubierto con las enredaderas, etc. No quiero invitar a nadie porque no quiero que se haga más popular, pero un día pasee por ahí, es encantador. Lo cierto es que todavía no lo he podido explorar con tranquilidad, pero ha sido un primer retorno muy agradable.

3 de octubre de 2012

Como un perro que persigue a los coches

Perdóname querido lector, llevo tiempo queriendo escribir y no es que me falte, es otra cosa. Leo ‘Ana Karenina’, todavía es pronto pero estoy disfrutando muchísimo con Tólstoi, la alta sociedad rusa, su psicología y la elegancia; circunstancias a las que es imposible no rendirse. Me recuerda en cierto sentido al imprescindible Dorian Gray por sus encantadoras pero breves y sutiles descripciones y sus numerosos diálogos cargados de ideas estimulantes e ingeniosas. Me resulta fácil sonreír mientras leo,  síntoma que no sufría desde hacía tiempo con la lectura.

He citado este frasco de la novela porque es una especie de resumen concentrado de sensaciones. No es lo que dice en sí, sino todo lo que me sugiere y despierta este fragmento, cuando pulsa una tecla especial. Ahora me doy cuenta de que no tiene nada que ver con lo que voy a decir. La vida no deja de parecerme compleja. Chaplin decía que de cerca es una tragedia y de lejos una comedia.

En realidad no sé ni por dónde empezar. Cuentan por ahí que estamos hechos para ser felices y que por eso la humanidad entera busca la felicidad a toda costa, unos a corto plazo, a largo plazo, otros creen que no la buscan pero sí lo hacen, no hay remedio: inexorablemente olfateamos un plato jugoso, prometedor y nos deslizamos rápidamente tras el aroma para probarlo. Por el camino muchos otros perfumes y pestes se confunden con este primero, y vamos a parar a vertederos y desagües, pero después de sacar nuestra nariz -si es posible- de la basura, seguimos al acecho.

Unas veces serán -y han sido- agradables sorpresas que tal vez nos hagan olvidar temporalmente el olor enigmático e irrepetible que sigue en el fondo de nuestra cabeza -del que estamos enamorados sin saber qué es-, pero luego te acostumbras y quedas insatisfecho y sigues buscando la esencia sublime. Y te das cuenta de que es terriblemente entretenido  ir velozmente tras algo y no llegar realmente a ningún sitio, leer placenteramente una novela genial sin fin, desconociendo cuando acabará.

Los sueños -me cuesta admitirlo- son inalcanzables, no son reales y ahí está su atractivo. Perseguir algo eternamente con el autoconvencimiento de alcanzarlo -falso, por supuesto- es la llave de la felicidad.  Las cosas no son lo que parecen, afortunadamente son mucho más, nunca llegaremos a entenderlas. Pero entretanto uno estudia, aprecia los infinitos detalles de la belleza de este mundo, y tiene para rato desengañándose y descubriendo nuevos encantos de los que tarde o temprano se hartará. Es muy importante que esté entretenido en ello.

Pero siempre insaciable seguirá buscando la ‘verdad’. Por supuesto que en la ignoracia no está la felicidad, cabe disfrutar muy poco en la necedad, probablemente la ‘verdad’ te haga sufrir muchas veces, pero tantas otras te hará disfrutar. Eso sí, nunca la encontrarás, y nunca tendrás la certeza de lo absolutamente importante, pues así son las reglas del juego. ¿Para qué estar seguro? es infinitamente más placentera y deleitosa la duda, la seguridad no tiene la menor fascinación al contrario que la hechizante y misteriosa duda.

Incluso ya habrás empezado a mentirte para seguir buscando. Es más diría que es fundamental para recorrer el camino hacia la felicidad engañarse, inventar para sobrevivir. No se puede sobrellevar toda la carga ‘real’ de la existencia sin hundirse, se necesita fingir y pulir la realidad con algunas mentiras que te ayuden a seguir buscando ese perfume del que eres cautivo, o simplemente evadirse de toda la presión existencial.

Lo que intento decir es que estoy muy contento con ‘las reglas del juego’. Realmente todavía no me he expresado con claridad, pero este intento me deja satisfecho en algún punto. Como dice el Joker: 

“S_oy como un perro que persigue a los coches, no sabría qué hacer si alcanzara uno_”.

25 de septiembre de 2012

5 niveles de estudio en una biblioteca

Hoy no ha venido nadie a la biblioteca y eso es realmente aburrido. Aunque la biblioteca general de la Universidad Politécnica de Valencia es espaciosa, en invierno no hace calor, y por el ventanal entra mucha luz, vacía es como un cementerio sin misterio. Odio esa última rima casual. Si no estudio me es necesario observar a la gente, y aunque sea un nivel bajo de estudio es -después de todo- un nivel. Los cinco niveles de estudio que se pueden alcanzar en una biblioteca por si no los conoce, son:

1.-Nivel 1: Pasa muy pocas veces, todos tus sentidos están concentrados en absorber información, no puedes durar así mucho tiempo, aunque pocas horas antes del maldito examen alcanzas este preciado nivel. Algunas personas son capaces de llegar solo con su orgullosa fuerza de voluntad.

2.-Nivel 2: Estudias, aprendes, avanzas, podría ser mejor pero estás aprovechando el tiempo, y no te puedes quejar.  Es lo que corrientemente se llama estudiar.

3.-Nivel 3: Finges que estudias, copias ejercicios, revuelves papeles, ordenas apuntes, subrayas el libro, pero en realidad tú y yo sabemos que no estás haciendo nada, a la gente le funciona y habitualmente te sueles mentir y te sientes satisfecho aunque hayas pasado horas en este nivel. No desentonas en el ambiente.

4.-Nivel 4: Observas cómo la gente estudia en la biblioteca, es poco eficiente pero placentero. La gente que acude a estudiar a la biblioteca suele ser interesante, y puedes pasar sencillamente horas disfrutando en este nivel. Hasta es posible que cierta satisfacción del estudio ajeno se te contagie.

5.-Nivel 5: Pasas de todo y pones un juego o lees, y no haces lo que se dice nada relacionado con el estudio. Muy entretenido pero poco productivo profesionalmente.

Si al final -no se confunda- lo importante es pasar horas en la biblioteca y fingir, tal vez aprender y sobretodo observar. Buscar el disfrute en cada instante: esto sí que es constructivo.

31 de agosto de 2012

Fracasar intensamente

Abrí este blog para triunfar, ¡qué idiotez!, se trataba de conseguir dejar reflejadas mis piradas y teorías, mi visión. Supongo que no podré nunca dejar de avergonzarme por ciertas cosas que he escrito, y me gustaría decir que lo he hecho con la mejor intención, asentándome en la autenticidad y honestidad como principios básicos, pero me temo que no es así. De vez en cuando se enciende una chispa en el cerebro que amenaza  con dejar todas las letras ardiendo, ¿qué has hecho?¿qué has aportado?. Y cuando me doy cuenta no soy sino otra maldita marioneta de las que tanto me irrita ver retorcerse  y rendirse cada día a la mediocridad y a la vulgaridad. Sorprendentemente adolecemos de los defectos que denuncian nuestras críticas.

Me resulta más complicado de lo que pensaba ser fiel a las propias convicciones y pensamiento. Es fácil que secuestren tus ideas y las cambien por otras, es sencillo no ser auténtico, es complicado ‘evolucionar’ y no perder la esencia, es horroroso ser un necio más con aires de superioridad y olvidar el monstruo ignorante que nos domina. Y es exquisitamente superior no contradecirse. Así son las cosas. Las personas mutan y no son inmunes al bombardeo de estímulos que cada día nos hacen avanzar o retroceder. Controlar las teclas interiores que despiertan los mecanismos de pensamiento es imposible, tan solo podemos escuchar la melodía, el resultado, pero de nosotros depende saber quiénes son esas manos que se deslizan por el poderoso y sofisticado piano de nuestras mentes abandonadas.

Seguiré escribiendo, y seguiré con el ideal de elaborar y crear ideas que hagan pensar (esto queda mejor decirlo cuando has hecho algún regalo a la humanidad, alguna aportación inmensa o mísera, pero una aportación después de todo) aunque no lo vea realizado; también seré mentiroso y falso, predecible y necio, perezoso y mezquino, pero de algo estoy seguro  y es que solo sabiendo esto estoy convencido de que en algún momento brillará algo propio y único aunque tal vez insignificante, por lo que valga la pena haber estado haciendo el imbécil todo ese tiempo.

Al final o estás en medio de ningún sitio o te has empotrado contra algo, pero lo significativo será eso último: que has fracasado INTENSAMENTE, eso es lo importante. Triunfar exitosamente o naufragar estrepitosamente, ambas me parecen poderosas. Lo interesante será saber que estás en algún sitio y que no estás en medio de la nada desperdiciando la existencia. Escribir será tan solo una minúscula parte de vivir intensamente, porque como dice el ilustre Oscar Wilde, ‘la mayoría de la gente solo existe, eso es todo’.

3 de abril de 2012

Edison, Tesla y el Elefante

En efecto Edison era el novamás.  Muy popular y amigo de la aristocracia, el genio que estadísticamente hizo un invento cada quince días, era inalcanzable. Empezó con un sencillo mecanismo para el conteo de votos en 1868. Algunos años después vino el revolucionario fonógrafo, la lámpara incandescente (en realidad únicamente perfeccionada por él)… 1000 patentes. Durante 1880 funda la General Electric, todavía vigente en la actualidad. Incluso hizo una ‘guerra de patentes’ con los intocables hermanos Lumière, generando numerosas aportaciones al cine. En fin que cuando murió en 1931 varias ciudades apagaron las luces en honor de este indiscutible e inspirador científico, empresario e inventor. Y esto es tan solo un detalle.

Nikola Tesla nació en el Imperio austro-húngaro. Con una trayectoria mucho más discreta que la de Edison estudio ingeniería eléctrica en la universidad de Graz. Con sus primeros trabajos pasaba el tiempo leyendo infinitud de libros aprovechando su portentosa memoria fotográfica. Tras algunos empleos se trasladó a París, y se implicó en una de las empresas de Edison, diseñando mejoras eléctricas de las ideas de Edison provenientes de América. Tras desarrollar el motor de inducción, se trasladó a Nueva York más cercano a Edison donde ya se hicieron notorias sus resoluciones para complicados problemas. Se le ofreció rediseñar los generadores de corriente continua de la compañía Edison, pero le pagaron miserablemente contradiciendo burlonamente el salario ajustado.

Tesla dejó a Edison y fundó la ‘Tesla Electric Light & Manufacturing’. Pasados algunos años además de desarrollar los rayos X o su motor de inducción, inició la transmisión inalámbrica de energía, algo que a muchos sorprenderá todavía en la actualidad. Pero después llegó la corriente alterna.

Aquí se inició la ‘guerra de corrientes’ donde Tesla pretendía demostrar la superioridad de ‘su’ corriente alterna, frente a la continua de Edison. Se hicieron numerosas exhibiciones. La ventajas de la corriente alterna se hacían poco a poco más evidentes al público, como por ejemplo que no era necesario un cable de retorno para transportar esa energía a largas distancias. El mismo Edison harto de envidia, inventó la silla eléctrica que después se usó para practicar la pena de muerte, para darle mala fama al invento de Tesla. Pero eso solo fue la conclusión de la exhibición.

En 1903 Edisón convocó a cientos de periodistas para demostrar la ferocidad y peligro de la incontrolable corriente alterna. Y para hacerlo patente electrocutó hasta la muerte a un elefante. Se le ajustaron unos electrodos de cobre a las patas y los técnicos esperaron la señal de Edison para la matanza. Bien es cierto que hasta lo envenenaron con zanahorias bañadas en cianuro por si no funcionaba el espectáculo. Pero no fue necesario, tras la señal, en unos segundos cayó muerto. Topsy era un elefante que había aplastado a tres cuidadores en el zoo de Coney Island y estaba condenado a muerte. Mil quinientas personas presenciaron la misma.

Y aquí termino esta anécdota, recordando cuanto de humano e intangible hay en la ciencia, una historia llena de pasiones, envidias, triunfos, progresos… y matanzas. No es difícil reconocer el mérito de la vida dedicada al progreso de Edison, es más, a poca gente le sonará este macabro episodio, sin embargo el gigante de la ciencia, Nikola Tesla ha sido ninguneado y olvidado por la cultura popular (excepto por la unidad del campo magnético medido en Teslas, T), cuando actualmente la humanidad entera se beneficia de sus descubrimientos, haciendo gala -sin darse cuenta de ello-  de un ilustre personaje como él lo era.