Es una pérdida de la sensibilidad, y esta se conserva considerando cada acción -aunque repetitiva- singular. Apreciando cada detalle, cada tecla que despierta una actitud. Cuando se pierde esta verdadera consciencia de lo que se está haciendo creo que en la mayoría de los casos -quizá restando los de supervivencia, pues habrá de soportarlos- el ser humano sale perdiendo. Si se trata de brutalidades, fácilmente se convierte en una bestia, e incluso fácilmente considerará leve el asunto amparándose en la cantidad de veces que lo ha perpetrado. Si se trata de algo trascendente y valioso, algo sublime e importante, tal vez corra el riesgo de tratarlo con irreverencia, de no entonar la veneración que merece y lo banaliza; a pesar de que posiblemente lo idolatrara en sus manos la primera vez como algo majestuoso. Pero afortunadamente el hombre es capaz de cualquier cosa, de lo mejor y de lo peor, de pasar de un extremo a otro, y esto es grandioso y magnífico.
Pero no es mi intención reparar en esta capacidad infinita de lo mejor y de lo peor -muy observado en las obras de Shakespeare- . Por un lado uno desea saber y conocer el mundo que lo rodea, para ser un entendido, para satisfacer esas ansias de llenar el alma de conocimiento. Pero por otro lado está la perspectiva del todavía ignorante e inexperto en infinidad de cosas -que aquí es dónde nos encontramos todos realmente, pues ¿qué sabemos en verdad?- que es sencillamente muy prometedora. Pues -por ejemplo- las obras maestras del cine que desconoce, las nuevas voces de la música que no han deleitado sus oídos todavía, las almas de las personas a las que aún no conoce profundamente, están por descubrir, esperan una ‘intensa primera vez’.
Y es que hay pocas cosas tan intensas como las primeras veces. Lo novedoso atropella al novato y no sabe cómo responder, solo se ve envuelto en una terrible situación que ahoga a todos sus sentidos y no sabe muy bien qué está pasando, pero en la sorpresa está la ventaja. Experimenta algo nuevo y sufre incluso una fiebre extraña, un hormigueo esencial, un poderoso placer en el descubrimiento y no es capaz de hacerse cargo de la situación, es esclavo de una sensación nueva. Realmente fascinante.
Muchas veces podríamos pensar en las infinitas posibilidades que desconocemos y que están por deleitarnos. Sin embargo ahí no acaba todo. A partir de la primera vez, uno es más dueño de sí mismo, es capaz de analizar y deducir que es lo que le ha provocado tanto placer, qué es lo que lo ha seducido y sorprendido tanto y es capaz de disfrutar y maravillarse más si cabe. Ya no es esclavo del momento, pero conoce mejor el misterio -no al completo por supuesto-, uno no es tan víctima como juez en las segundas y siguientes veces hasta el desgraciado acostumbramiento.
En definitiva, sabiendo esto sabemos que aún nos esperan grandes secretos por descubrir que es la especialidad del ignorante sediento de saber y experiencia, y por otro lado hay una infinitud de fantásticos detalles que despreciamos cada día y vemos tan ordinarios como la lluvia, pero que en realidad son increíbles, como lo es que caiga agua del cielo. Los pequeños detalles y matices salpican nuestra ‘monótona’ vida, y ciegos somos que no los vemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario