14 de noviembre de 2012

Cosas odiosas de actualidad

Hasta ahora he intentado evitar ciertos temas porque me tienen harto y me sacan de quicio. Pero hoy no me puedo reprimir, tengo una buena lista de cosas desordenadas sobre política y el mundo que necesito poner por escrito, aquí reflejo algunas de ellas. No soy partidario ni de las huelgas, ni de las manifestaciones. En primer lugar por una pereza física a ir por las calles y ‘defender’ algunas ideas, no me muevo un centímetro por ninguna organización que no me ha dedicado ni un segundo y a la que solo sirvo para financiar sus intereses. Una masa es tan manipulable que después de manifestarte o protestar de buena fe, resulta que eres un ‘perroflauta’ (palabra odiosa y patética muy utilizada para definir eventos como el 15-m), o un anarquista drogadicto o lo que interese a los medios de comunicación calificar. Por otro lado, siendo prácticos -en estos temas hay que serlo en cierta medida- no se consigue absolutamente nada, ya que una manifestación o una protesta está muy lejos de una verdadera revolución. Tan solo se utiliza para dar material de distracción a los medios, para que la gente se libre ligeramente de su insatisfacción, y para llenar el recuerdo de anécdotas absurdas más importantes que la causa que se defendía.

Esto está totalmente controlado, sino hemos explotado todavía es porque no conviene. El estado de bienestar se ha dedicado -entre otras cosas- a hacer desaparecer a las personas que no tienen nada que perder. ¿Dónde está la gente que lo ha perdido todo? Sí lo hubiera perdido todo, me dirigía a quemar parlamentos y coches oficiales, pero hoy no pasa nada de eso: han desaparecido ‘los que no tienen nada que perder’. Mientras no me quiten mi iPad, no me moveré un dedo por nadie. Mientras pueda seguir dedicándome a mí, y pueda salir los jueves y los viernes haré como que me intereso: pero el resto del mundo me importa un comino. Y si algún día como hoy decido salir a la calle, será para calmarme, pelearme un poco con la policía y volver a casa pensando que estoy cambiando el mundo. Todos los días muere gente, y millones de personas lo pasan muy mal a mi alrededor: pero no me importa, porque lo más importante es lo que yo pienso, lo que siento, si estoy de bajón…

Pero yo no tengo la culpa es el mundo que me ha tocado vivir. Y si me manipulan no es culpa mía. Y si destruyen mi pensamiento critico y lo cambian por sentimentalismo; o la sociedad me trata como un niño de 10 años; o si la moda es ser necio, vulgar y estúpido; o si dedico millones de horas a hacer el imbécil y digo que no tengo tiempo; o si me esfuerzo por tragarme las soluciones y problemas que se inventan los poderosos convirtiéndome en el cóctel basura ignorancia-mediocridad; soy idiota. Sí, podría ser mejor pero no trato de serlo. A partir de ahí así funcionan las cosas. Me quejo de la corrupción pero el problema es que si yo estuviera allí arriba haría lo mismo. Me quejo de la televisión pero me trago 200 horas al mes. Todo me parece muy mal pero no tengo espíritu crítico. Juzgo a todos de manera absoluta, cuando en cualquier momento puedo bañarme en mi propia miseria humana. Y para colmo no tengo amigos de verdad, no me intereso por ellos, no me importan, solo los utilizo para mi narcisismo particular; soy un egoísta, pero ¿qué más da? El mundo gira en torno a mí y mis ambiciones, que están ahogadas en vanidad, sexo, lujo. Y si esto no me sorprende, tampoco lo hace el saber que la primera causa de muerte no natural en este país es el suicidio. Y no me pregunto porqué. No sé lo que es verdaderamente valioso, no sé porqué estoy aquí, no me preocupo de lo realmente importante, me preocupo de mi examen y de si ‘me quiere’, cuando tal vez mi vida acabe trágicamente mañana.

Me involucro un poco y discuto en temas de política. Pero soy idiota porque la palabra democracia no existe, aquí el poder no reside en el pueblo y sería un iluso y un idiota el que le diera el poder a un pueblo tan vulgar. Y las elecciones son una parafernalia odiosa. El mundo está controlado por las empresas y por unos ‘pocos’ del tipo club Bilderberg y otros mafiosos. Los muy inteligentes en vez de hacer una dictadura oficial, nos tienen esclavizados de otras mil maneras. Gastamos mucho dinero en tecnología para que nos controlen, vemos sus programas de televisión, leemos y escuchamos las quinientas mentiras que dicen por minuto. Pero nos fijamos en el nuevo vestido de Lady Gaga o en si el Real Madrid va primero en la liga. Luego están lo que intentan enterarse y se quejan de nuevas leyes, leyes injustas, o procedimientos partidistas que no tienen ninguna importancia, solo existen para distraer a las cabecitas ansiosas de discutir sobre el falso, hipócrita e irreal universo en el que se creen que viven. Y si los Estados Unidos entran en Irak porque dicen que amenazan con bombas nucleares, me da igual si luego no las tienen cuando USA es el único que ha tirado dos bombas atómicas, o no me pregunto porque ellos tienen que controlar y al mismo tiempo poseer tales armas de destrucción masiva, porque se trata de los ‘buenos’ y salvarán el mundo. Cuantas mentiras nos tendremos que tragar todavía.

Despierta, sé feliz, pero que no te engañen, que no te esclavicen, que no te destruyan. Echo de menos la autenticidad. Solo necesitaba escupir está caótica y odiosa bola de pelo. Esto es solo una parte del lado oscuro, pero no ignoro que hay cosas realmente valiosas y hermosas que te cambian la vida. “La belleza salvará al mundo” (Dostoievski). Andrés Ibañez escribía algo muy interesante en su columna que me encantó. Es un tipo que me han descubierto, tiene algunas ideas muy interesantes:

Hay algo que podemos hacer, aparte de colgar vídeos en YouTube diciendo lo que pensamos o informando de lo que conocemos. Podemos ser personas. Podemos cultivar la emoción, la amistad, las relaciones directas con los demás, todo lo que nos causa placer y nos hace felices.

Podemos escribir poemas, leer poesía, leer a nuestros autores favoritos aunque leer novelas de mil páginas nos cause un vértigo de tiempo al que estamos cada vez menos acostumbrados; podemos oír música sabiendo que oír música quiere decir hacer música y transformarse en música, ejercitar el músculo del alma, alimentar ese fuego espiritual en el que arde el yo. Podemos poner límites a la estúpida revolución digital, hablar con nuestros amigos y con nuestros hijos, sentir el agua, la tierra, el viento y la lluvia.

No sé cómo explicarlo, pero sé que cultivar la belleza, el placer y la felicidad va en contra del ataque que estamos sufriendo. Cante, medite, dedique todo el tiempo que pueda a usted mismo. Investigue en la felicidad. Practique la meditación que viene de Oriente y la vía de la melancolía que nos ha legado Occidente. Intente sentir que está vivo.

No siga las tendencias, no obedezca. Haga lo que le da la gana. Pierda el tiempo. Robe tiempo para sí mismo. Hable desde el corazón. Llore si es necesario. Haga lo necesario para sentirse vivo.

Tenga la convicción de que lo que nos hace más débiles y vulnerables es también lo que nos hace más fuertes, y que esa llama que arde en el yo, eso que nos han dicho tantas veces que es algo pueril o “romántico” o irresponsable, debe ser algo infinitamente valioso cuando las fuerzas oscuras que nos atacan ponen tanta, tanta saña en destruirla.

Andrés Ibañez, Comunicados de la tortuga celeste. ‘Sentirse vivo’.