6 de febrero de 2023

Martillo

Su casa de campo mira hacia el valle donde viven las espías y, por costumbre, estas devuelven las miradas a través de los prismáticos.

Elfriede Jelinek

 
Los prismáticos están suspendidos en la dirección adecuada gracias a unas manos de venas correosas, que guisan, sujetan cucharillas de café y gesticulan por encima de los hombros. Eso sí, con decoro. Lo que no hacen esas manos es parlotear, para eso ya tienen una boca infecta, como lo hace la sección podrida de una tubería cuyo carmín de labios es teflón inútil en cantidades, absurdas e injustificadas, remotamente capaces de retener litros y litros de fluidos chismosos.
—¿Cómo estás, querida? —dice una de las tuberías espía, La Corista.
—¿No lo sabes ya todo? Hazme otra pregunta, que esa ya me la sé —dice Amanda.
—Ay hija —dice recolocando el bolso que sostiene en el antebrazo— me estoy quedando sorda y ya no oigo nada, pero por la cara que pone tu madre cuando…
Mientras habla, sus palabras parecen notas dictadas por lo que encuentran sus ojos sobre Amanda. Unas medias, algún accidente geográfico en su epidermis y la descarriada y pobre re bemol, silencio, silencio.
—Se me ha olvidado comprar membrillo.
—¿Para qué quieres un martillo? —dice la víbora.
Amanda hace un gesto con la mano y mientras echa a andar comprueba su atuendo en un escaparate. Se siente bien, la gioconda detrás del cristal antibalas salpicado por pintura grinpís. El sol brilla fuerte, hay otros viandantes, agarrotados dentro de sus abrigos, avanzando lentamente en esa aventura cotidiana que es la vida. La Corista ya ha desaparecido. Amanda avanza unos metros, se hace a un lado en una esquina maloliente con restos de orina y enciende un cigarro. No tiene planes para este sábado, está castigada, pero está fumando su pequeña cuota de libertad más allá de internet. Su madre sabe cómo quitar las manchas de sangre de las bragas, sabe cómo pesar una sandía pocha e incluso sabe pedir una hoja de reclamaciones, pero todavía no sabe cómo funciona internet.
—Has tardado mucho ¿por qué has comprado un martillo?