22 de febrero de 2024

Keske

Keske, como llamaban a Keisuke, fumaba tres cigarros al día y eso le convertía en un estandarte zen y estóico de pocas palabras. Llevaba la cabeza rapada, era alto y chupado y fumaba como si bebiera un botellín a sorbitos por aburrimiento, pero ese era uno de los tres cigarros del día. Revoloteábamos a su alrededor con preguntas y cuando respondía mirábamos al horizonte o al suelo intentando formular la siguiente pregunta. Aprendió en unos días a decir joder y también a adoptar un tono de queja de cuando un martillo te golpea en el dedo: jodeeer. Escuchaba atentamente y para nosotros era como un marciano sabio pero a la vez ignorante de todo lo que sabíamos nosotros. Apenas recuerdo nada de lo que le preguntámos sobre Japón. 

-- ¿Y si un yakuza te enseña sus tatuajes tú qué haces?*
-- ...
-- ¿Qué haces?
-- Ooooh --dijo Keske para decir que exclamaría de esta forma.
 
En nuestro mundo homogéneo representaba el Factor Exótico. Recuerdo que le preguntabas si prefería A o B y siempre respondía me da igual. Nunca me pregunté sobre la presencia de Keisuke esos días con nosotros, parecía que tenía veinte años pero ahora me inclino por que tenía cuarenta. Con el tiempo, se convirtió en sacerdote y no sabemos si eso cambió su actitud frente a los tatuajes de los yakuza.

* Pregunta hecha por un chaval cuyos debates hace poco estaban centrados en si gana un tigre o un cocodrilo.