22 de marzo de 2023

Taj Mahal. Deborah Eisenberg.

Deborah Eisenberg tuvo varios trabajos hasta que a los treinta años dejó de fumar, por el asma de su compañero, y se puso a escribir. Desde entonces escribe algo así como un cuento al año, bastante largo, de unas cuarenta páginas, y los va publicando en, hasta ahora, seis libros de relatos. En castellano, se tradujo en 2006 'El Ocaso de los Superhéroes' (Leqtor), que resulta que es imposible de encontrar (salvo en la biblioteca pública, según he mirado) y es ahora cuando Chai Editora, una editorial argentina [genial], entra en escena. 'Taj Mahal' es el libro de relatos más reciente de Eisenberg y su traducción de Federico Falco no la han publicado en España. Lo que sí que acaban de publicar es una breve recopilación, 'Relatos', con algunos de sus mejores relatos. 'Tal Mahal' tiene como joya, 'Tu pato es mi pato', relato que me ha encantado, por encima de los caóticos restantes. Tiene un punto impredecible y misterioso. Una escritora para seguir investigando.

Tu pato es mi pato

 "¿Qué lenguaje están hablando", le susurré a Christa, sentada en el oscurecerse de su propia nube.

Envueltas ahí en su pañuelito de papel no parecían para nada peligrosas.

Es obvio que esperas que yo sea tu solución, como si existiera algún tipo de número secreto por el cual serías perfectamente divisible.

Después me dedicó una vaga sonrisa y me dio unas palmaditas, como si yo hubiera ladrado.

"¡Llegamos a vivir lo suficiente como para ver a los huevos volverse de nuevo saludables y recomendados por nutricionistas!".

Tachar y seguir

"¿Te gustaría probártelo, cariño?". Mi cabeza ha comenzado a latir. Es verdad lo que dice mi madre, ¡tengo una vena claramente consumista! "¿Te gusta, querida?" Me es imposible hablar, o siquiera moverme. Mis tías se miran entre ellas sin saber qué hacer.

La capacidad de combinar

Toda esa idiotez, toda esa violencia, toda esa confusión fluyendo a través de sus diminutas venitas electrónicas, así la esté una mirando o no. Bang, bang, bang. Bang, bang, bang. ¿Para qué molestarse entonces en tener cuatro paredes que te protejan?